Mis libros más queridos
Mis libros más queridos
“Yo creo que desde muy pequeño mi desdicha y mi dicha, al mismo tiempo, fue el no aceptar las cosas como me eran dadas. A mí no me bastaba con que me dijeran que eso era una mesa, o que la palabra madre era la palabra madre y ahí se acaba todo. Al contrario, en el objeto mesa y en la palabra madre empezaba para mí un itinerario misterioso que a veces llegaba a franquear y en el que a veces me estrellaba. En suma, desde pequeño, mi relación con las palabras, con la escritura, no se diferenciaba de mi relación con el mundo en general. Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas”.
Julio Cortázar
He aquí la pregunta que tengo ante mí: ¿Qué recuerdos guardas de tus primeras lecturas y de tus libros más queridos? Cuando trato de responderme, el primer instinto me lleva a evocar mis libros queridos. El problema surge cuando debo definirme por un título concreto. Se me complica la tarea de elegir, porque son muchas las lecturas que me han acompañado en la vida; y cada una de ellas ha sido especial en un momento determinado, con lo cual cada libro en concreto ha adquirido un significado único.
En vista de que la lista se haría interminable, casi prefiero optar por enredar en la memoria de las primeras lecturas. No obstante, no iré por la vía de los títulos correspondientes. Por un lado, porque mi capacidad retentiva no llega tan lejos, y, por el otro, porque me vería abocada a la misma situación que anteriormente comentaba.
Lo realmente interesante de la pregunta es la cuestión en sí: dónde nacen las primeras lecturas. En el agitado mar de mis recuerdos asoma inquietante aquella primera vez, la exquisita inicial toma de contacto con el mundo de las letras. Y el viaje en el tiempo me lleva a la inolvidable cartilla escolar, con sus letras y sílabas bailando entre amenos dibujos que las dotaban de sentido. Ahí estaban, dispuestas a mostrarnos un nuevo camino ante los ojos. Aprendiendo con ellas a descifrar palabras, a intuir significados y, por supuesto, a buscar nuevas dimensiones en aquello que leemos.
Teniendo en cuenta que en casa se vivía de primera mano el mundo del libro, debido sobre todo a que mis padres eran ávidos lectores, no resulta difícil imaginar que pronto me inicié en lecturas infantiles que dieron paso a las juveniles y, después, con el tiempo, a convertirme en otro enfermo de la literatura con la absoluta e imperiosa necesidad de no ser curado jamás.
La poesía se me antoja como una de las opciones más atractivas entre los géneros literarios. Me hace pensar. Me obliga a sentir. Me envuelve en una contoneada danza de letras que provoca en mí la explosión de los sentidos. Destacaría las inquietantes rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, que desde temprana edad consiguieron cautivarme con plena intensidad.
La narrativa hispánica enloquece mi ser. Mente y espíritu son enviados a vivir mis emociones en los mundos que tantos, y tan fantásticos, escritores han sido capaces de crear. Entre ellos, Gabriel García Márquez es -sin duda- uno de los magníficos creadores de esas historias repletas de creatividad y belleza.
Así que no hablaré de libros concretos, ni de un género determinado, ni de un momento único (básicamente porque todos lo son). Pero podría definirme por un autor, como el más idolatrado por su complejo universo. Maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general, que rompió con lo clásico para crear historias de imponderable autonomía y profundidad psicológica. El inigualable Julio Cortázar es para mí imprescindible. Es por ello que me atreví a robar, por un instante, algunas de sus palabras para presentar este escrito.
Además de admiración existe otro motivo; aunque él habla de su peculiar modo de escribir, lo considero un interesante modo de afrontar cualquier lectura. Me explicaré. Nos permite enriquecernos del mundo del autor, esto es, nos vemos obligados a realizar nuestro propio viaje interior. Y, de este modo, permitimos que fluya hacia los demás esa especie de aura infinita capaz de contagiarnos a todos una manera diferente de mirar. Si lo logramos, estaremos capacitados para dirigir nuestro destino.
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